Komando Transparente
ASAMBLEA/TALLER infantil sobre arte y trabajo. El ente transparente (Intermediae-Matadero). Junio, 2008.
LUDOTEK Rafael Sánchez + Susana Velasco + María Íñigo + Jordi Carmona Hurtado + C.A.S.I.T.A. www.ganarselavida.net Diego del Pozo Barriuso, Eduardo Calcagni, Loreto Alonso, Kamen Nedev.
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KT El juego se paga / Jordi Carmona Hurtado
Eh uno a veces se encuentra en situaciones curiosas, me refiero, las cosas pueden tratar de imaginarse pero a veces uno nunca acaba de verlas hasta que estàn ocurriendo. Por ejemplo, uno se encuentra en medio de un dispositivo, una especie de dispositivo escénico, pero que se parece tal vez más al fin y al cabo a una cosa de circo, a un plató de televisión como se dice más que a un decorado teatral. Y es que el mundo ya es el decorado de un teatro, tampoco hace falta poner más decorados por todas partes.
También al fin y al cabo es una cosa como muy de niños, como un espectáculo hecho por niños o para niños, algo como de colegio, de fiesta de fin de año o algo así. Una fiesta de fin de año un poco arty. Pero sobre todo uno tiene la sensación de que va a quedar todo muy sucio, todo el suelo lleno de todo tipo de cosas, todo hecho una guarrada. Hay tres proyectores, unas gradas, unos altavoces, hay una zona fuera del dispositivo donde también hay algo de acción, donde todo comienza y todo acaba. Este fuera-del-dispositivo es una zona un poco neutra, es como el camerino, todo es bastante televisivo. Es como una cosa temática, un parque temático, pero no es el Far West ni el castillo de Fantasía, es una especie de Disneylandia del Capital.
Y bueno, pues eso, uno está dándole al play y al pause y cambiando de secuencia y de repente todo está lleno de niños. Hay tantos niños, parece que no se acaben nunca, siempre detrás de los niños vienen otros niños. Es increíble. En Santa Pola por ejemplo no paran de crecer niños que lo llenan todo, y las mujeres se pasean guardando en sus vientres otros niños. Hay buena cosecha de niños este año creo, las cosas van viento en popa. Los de Ludotek parece que se han dado cuenta del fenómeno de esta fuente eterna de niños que es la vida, y llevan adelante desde hace tiempo según parece un trabajo con niños. Juegan con ellos, escriben sobre ellos o con ellos, les hacen votar, los graban, bailan con ellos, los filman, los fotografían, los reúnen, los pasan a recoger, los invitan a merendar, todo tipo de cosas. Y luego les pagan.
Parece que traten de convencerles de la idea de que si se lo pasan bien, o si juegan aunque se lo pasen bien o mal, pues eso, que va a venir alguien y les va a dar 50 euros. Me parece una idea extraordinaria. El juego se paga, como se dice que el crimen se paga. No sé, parece todo una especie de experimento. Nadie sabe muy bien qué huellas de todo esto quedan en el cerebro de los niños. Se habla mucho de plasticidad, pero todo es muy ambiguo. Tal vez estaría bien efectuar un seguimiento, ponerles por ejemplo un chip o simplemente un anillo, y luego ver qué será de ellos dentro de, no sé, quince años. Estaría bien disponer de un buen equipo para seguir sus movimientos, evoluciones y migraciones, tal como se hace con algunos pájaros y con las ballenas. Los niños son el material del arte de Ludotek, pero no sólo son el material. Los niños cobran, trabajan. Es un extraño material, éste, al que se paga. Normalmente se paga por el material, pero no se paga al material.
Los niños como material imponen una serie de coacciones a los artistas. Esto también se puede imaginar fácilmente, pero hasta que uno no se ve con un plan u organigrama en la cabeza y luego diez niños corriendo por todas partes o gritando o aburriéndose no ve precisamente de qué coacciones se trata. También se podría llamar a los niños actores, pero el problema de llamarlos actores es que ya son actores en el gran decorado de teatro del mundo, y muchas veces no se les paga. Casi siempre lo hacen todo gratis, cuando no tienen incluso que pagar por algunas cosas, por bollos o por zapatillas. Pero es eso, que como lo que hacen Ludotek no es teatro, pues eso, los niños no son actores. Son más bien como concursantes, como en la televisión, a condición de que este término, concursante, se entienda en sentido literal. En Komando Transparente, la acción o pieza o lo que sea que organizan Ludotek y el colectivo C.A.S.I.T.A., hay un concurso, hay inscripciones, controles, sorteos, como en los concursos. Pero lo que no hay es competición. Todos ganan, ganan diversión, ganan aburrimiento, ganan una merienda.
Pero no todo es bonito ni edificante ni nutriente. Hay muerte, hay mucho tiempo muerto, hay desorden. Faltan también muchas otras cosas de los concursos. Los niños concursan, son concursantes, pero no se sabe muy bien de qué. Nadie lo sabe muy bien. Hay un plan, los de Ludotek y los de C.A.S.I.T.A. tienen un plan, cada uno tiene su papel en el plan. Luego los papeles se cruzan, algunos se cambian, otros desaparecen, otros se superponen a otros. Hay música, hay fuegos artificiales.
Porque el concurso o el espectáculo de circo también es una historia. Es un poco la historia del Capital en el siglo XX explicada a los niños, en una sucesión de acciones. Hay bastantes payasos, los payasos periodistas (el Telekomando), el payaso dinero (Dinejeto), los payasos simbólicos (Tiempo y Dinero), los Polemistas, vaya unos cuantos. Hay mucha alegoría, pero bastante loca por suerte. No tienen porqué ser graciosos todos estos payasos. Son payasos en cuanto a actores de circo o de televisión, del mismo modo en que se dice que el presentador del telediario es un payaso, o que el león del domador también es un payaso. La historia es la del dinero, y aunque hay un personaje que hace de dinero, y nace y muere y resucita y todo eso, lo interesante es que se muestra muy bien que sobre todo lo del dinero es una cuestión de circulación. El dinero no está localizado, es un personaje pero también son bolas que caen del ojo de Beckett proyectado en una pantalla. El dinero toma diversas formas, y pasa por todo tipo de sitios. El dinero sale del ojo, pero también del váter, el dinero se caga y se eructa o se vomita, se come, se hacen zumos de dinero. El dinero se promete en loterías. Y el dinero es billetes, de distinto color, pero también son monedas, es oro grande u oro pequeño, y también es armas. El dinero es un poco todo, y un poco nada, de eso se trata. Un poco de descanso respecto del dinero, un poco de distancia, de libertad. Demasiado dinero, demasiada circulación, todo el mundo acaba un poco harto.
Todo en la pieza pasa muy rápido. Apenas nadie llega a comprender nada, no hay tiempo, hay mucho que hacer. Los niños se inscriben, se ponen el uniforme de komando, esperan, ayudan a nacer al dinero, aprenden pequeños mecanismos de acción-reacción en relación con el trabajo y con el dinero. Pero cuando uno se quiere dar cuenta, ya están en otras cosas. Imáginate que tienes 7 años y que te sellan el brazo, luego te pasan un escáner láser por todo el cuerpo, luego te ves comiendo un gran billete de oblea y cae dinero por todas partes, luego participas en un concurso amañado con azafatas que quieren que las sobornes, luego te ves con un revólver en la mano en medio de una instrucción militar, luego hay prácticas de tiro y alguien mata a alguien y empieza a haber mal ambiente, luego se empieza a comentar todo lo sucedido, luego se saca un dispositivo en miniatura con muñecos de cada actor, se apagan los fuegos artificiales y se comenta un poco lo que ha pasado, luego se rompen los relojes con un martillo poniéndoles una moneda encima. Es bastante fuerte todo eso. Imáginate que tienes 7 años y un miércoles por la tarde haces todo eso, de eso trata un poco Komando Transparente.
Pero que todo pase tan rápido y nadie llegue a comprender nada, no es un defecto sino tal vez una virtud. No es muy diferente a la vida cotidiana en todo caso. Lo mejor del Komando Transparente es que no se ha caído en una cosa pedagógica. Es horrible, toda esa nueva ola de pedagogía que hay por ahí. Los niños ya saben. Son como pequeñas bestias, saben muchas cosas, se las arreglan en este desastre, no necesitan que nadie les dé lecciones sobre el dinero o el trabajo. Lo que necesitan, o al menos lo que aceptan, es verse rodeados de dinero, es despreciar el dinero, verse rodeados de caos y diversión y aburrimiento. Se trata de enseñar la libertad, un poco de libertad respecto de algunas cosas oprimentes o agotadoras. No educación para la ciudadanía, sino educación para la libertad. Libertad es una extraña palabra, un poco pasada de moda, un poco podrida gracias a algunos, pero sabemos lo que queremos decir con ella. Sabemos lo que quiere decir dar martillazos a un reloj con una moneda encima. Es política, es educación, todo eso que viene de la Revolución Estética.
Entonces lo que hay en KT es una serie de experiencias, una sucesión de shocks, difícil de articular. Tal vez los niños no hayan aprendido que otro mundo es posible, pero tal vez sí hayan sentido algo mucho más importante: que algo de juego se puede infiltrar en cada espacio de trabajo, en cada espacio en que se cambia tiempo por dinero. Hay siempre un punto, una falla o una grieta en cada tiempo/trabajo por el que se desliza el juego. Sólo hay que identificarlo. Es como aprender un don, un talento, más que un programa político. Una fábrica de jugadores. El KT abunda en imprecisiones e inexactitudes. Eso es el juego, imprecisiones e inexactitudes, que se quieren, que tienen espíritu, gracia. No se trata de enseñar nada, sino de mostrar, de hacer ver. El orden es lo de menos.
El hombre sólo es hombre cuando juega, y sólo juega cuando es hombre, todo eso de Schiller. Pero el hombre no es adulto, el adulto no puede entrar a KT, el hombre es el niño. En KT se creó algo así como un espacio de excepción, un sitio en que el dinero, el trabajo, el juego, no se daban en sus relaciones habituales. El dinero no se persigue, sino que es el dinero el que le persigue a uno. Todo así. Nada se daba en sus relaciones habituales, sino en un espacio de excepción, en un espacio estético, un espacio loco, desquiciado, por tanto. Los adultos se quedan fuera, ya no hay gran esperanza en ellos. Se acabó un poco todo el tema de la emancipación por la madurez, tal vez. Y tal vez, el programa que se vislumbra en KT sea precisamente el de una emancipación de la madurez. Hay que reaprendrer a no hablar, dice KT. Articular ese espacio de excepción estético con ciertas tendencias de esas pequeñas bestias que juegan y siempre están por ahí y con los que no se sabe muy bien qué hacer, de eso también trataba KT. Pero esta estetización de las relaciones no conduce a la contemplación de una armonía teórica, sino a la participación en una serie discontínua de experiencias.
No hay público tampoco en KT. Hay algunos mirones, un poco escondidos. Qué graciosos los niños, qué locos los artistas, todo eso. Prohibido a mayores de 12 años. Algo para los adultos se inscribió en la superficie del film. Algo para los niños se inscribió tal vez en la superficie del cerebro. Ya veremos.
Eh uno a veces se encuentra en situaciones curiosas, me refiero, las cosas pueden tratar de imaginarse pero a veces uno nunca acaba de verlas hasta que estàn ocurriendo. Por ejemplo, uno se encuentra en medio de un dispositivo, una especie de dispositivo escénico, pero que se parece tal vez más al fin y al cabo a una cosa de circo, a un plató de televisión como se dice más que a un decorado teatral. Y es que el mundo ya es el decorado de un teatro, tampoco hace falta poner más decorados por todas partes.
También al fin y al cabo es una cosa como muy de niños, como un espectáculo hecho por niños o para niños, algo como de colegio, de fiesta de fin de año o algo así. Una fiesta de fin de año un poco arty. Pero sobre todo uno tiene la sensación de que va a quedar todo muy sucio, todo el suelo lleno de todo tipo de cosas, todo hecho una guarrada. Hay tres proyectores, unas gradas, unos altavoces, hay una zona fuera del dispositivo donde también hay algo de acción, donde todo comienza y todo acaba. Este fuera-del-dispositivo es una zona un poco neutra, es como el camerino, todo es bastante televisivo. Es como una cosa temática, un parque temático, pero no es el Far West ni el castillo de Fantasía, es una especie de Disneylandia del Capital.
Y bueno, pues eso, uno está dándole al play y al pause y cambiando de secuencia y de repente todo está lleno de niños. Hay tantos niños, parece que no se acaben nunca, siempre detrás de los niños vienen otros niños. Es increíble. En Santa Pola por ejemplo no paran de crecer niños que lo llenan todo, y las mujeres se pasean guardando en sus vientres otros niños. Hay buena cosecha de niños este año creo, las cosas van viento en popa. Los de Ludotek parece que se han dado cuenta del fenómeno de esta fuente eterna de niños que es la vida, y llevan adelante desde hace tiempo según parece un trabajo con niños. Juegan con ellos, escriben sobre ellos o con ellos, les hacen votar, los graban, bailan con ellos, los filman, los fotografían, los reúnen, los pasan a recoger, los invitan a merendar, todo tipo de cosas. Y luego les pagan.
Parece que traten de convencerles de la idea de que si se lo pasan bien, o si juegan aunque se lo pasen bien o mal, pues eso, que va a venir alguien y les va a dar 50 euros. Me parece una idea extraordinaria. El juego se paga, como se dice que el crimen se paga. No sé, parece todo una especie de experimento. Nadie sabe muy bien qué huellas de todo esto quedan en el cerebro de los niños. Se habla mucho de plasticidad, pero todo es muy ambiguo. Tal vez estaría bien efectuar un seguimiento, ponerles por ejemplo un chip o simplemente un anillo, y luego ver qué será de ellos dentro de, no sé, quince años. Estaría bien disponer de un buen equipo para seguir sus movimientos, evoluciones y migraciones, tal como se hace con algunos pájaros y con las ballenas. Los niños son el material del arte de Ludotek, pero no sólo son el material. Los niños cobran, trabajan. Es un extraño material, éste, al que se paga. Normalmente se paga por el material, pero no se paga al material.
Los niños como material imponen una serie de coacciones a los artistas. Esto también se puede imaginar fácilmente, pero hasta que uno no se ve con un plan u organigrama en la cabeza y luego diez niños corriendo por todas partes o gritando o aburriéndose no ve precisamente de qué coacciones se trata. También se podría llamar a los niños actores, pero el problema de llamarlos actores es que ya son actores en el gran decorado de teatro del mundo, y muchas veces no se les paga. Casi siempre lo hacen todo gratis, cuando no tienen incluso que pagar por algunas cosas, por bollos o por zapatillas. Pero es eso, que como lo que hacen Ludotek no es teatro, pues eso, los niños no son actores. Son más bien como concursantes, como en la televisión, a condición de que este término, concursante, se entienda en sentido literal. En Komando Transparente, la acción o pieza o lo que sea que organizan Ludotek y el colectivo C.A.S.I.T.A., hay un concurso, hay inscripciones, controles, sorteos, como en los concursos. Pero lo que no hay es competición. Todos ganan, ganan diversión, ganan aburrimiento, ganan una merienda.
Pero no todo es bonito ni edificante ni nutriente. Hay muerte, hay mucho tiempo muerto, hay desorden. Faltan también muchas otras cosas de los concursos. Los niños concursan, son concursantes, pero no se sabe muy bien de qué. Nadie lo sabe muy bien. Hay un plan, los de Ludotek y los de C.A.S.I.T.A. tienen un plan, cada uno tiene su papel en el plan. Luego los papeles se cruzan, algunos se cambian, otros desaparecen, otros se superponen a otros. Hay música, hay fuegos artificiales.
Porque el concurso o el espectáculo de circo también es una historia. Es un poco la historia del Capital en el siglo XX explicada a los niños, en una sucesión de acciones. Hay bastantes payasos, los payasos periodistas (el Telekomando), el payaso dinero (Dinejeto), los payasos simbólicos (Tiempo y Dinero), los Polemistas, vaya unos cuantos. Hay mucha alegoría, pero bastante loca por suerte. No tienen porqué ser graciosos todos estos payasos. Son payasos en cuanto a actores de circo o de televisión, del mismo modo en que se dice que el presentador del telediario es un payaso, o que el león del domador también es un payaso. La historia es la del dinero, y aunque hay un personaje que hace de dinero, y nace y muere y resucita y todo eso, lo interesante es que se muestra muy bien que sobre todo lo del dinero es una cuestión de circulación. El dinero no está localizado, es un personaje pero también son bolas que caen del ojo de Beckett proyectado en una pantalla. El dinero toma diversas formas, y pasa por todo tipo de sitios. El dinero sale del ojo, pero también del váter, el dinero se caga y se eructa o se vomita, se come, se hacen zumos de dinero. El dinero se promete en loterías. Y el dinero es billetes, de distinto color, pero también son monedas, es oro grande u oro pequeño, y también es armas. El dinero es un poco todo, y un poco nada, de eso se trata. Un poco de descanso respecto del dinero, un poco de distancia, de libertad. Demasiado dinero, demasiada circulación, todo el mundo acaba un poco harto.
Todo en la pieza pasa muy rápido. Apenas nadie llega a comprender nada, no hay tiempo, hay mucho que hacer. Los niños se inscriben, se ponen el uniforme de komando, esperan, ayudan a nacer al dinero, aprenden pequeños mecanismos de acción-reacción en relación con el trabajo y con el dinero. Pero cuando uno se quiere dar cuenta, ya están en otras cosas. Imáginate que tienes 7 años y que te sellan el brazo, luego te pasan un escáner láser por todo el cuerpo, luego te ves comiendo un gran billete de oblea y cae dinero por todas partes, luego participas en un concurso amañado con azafatas que quieren que las sobornes, luego te ves con un revólver en la mano en medio de una instrucción militar, luego hay prácticas de tiro y alguien mata a alguien y empieza a haber mal ambiente, luego se empieza a comentar todo lo sucedido, luego se saca un dispositivo en miniatura con muñecos de cada actor, se apagan los fuegos artificiales y se comenta un poco lo que ha pasado, luego se rompen los relojes con un martillo poniéndoles una moneda encima. Es bastante fuerte todo eso. Imáginate que tienes 7 años y un miércoles por la tarde haces todo eso, de eso trata un poco Komando Transparente.
Pero que todo pase tan rápido y nadie llegue a comprender nada, no es un defecto sino tal vez una virtud. No es muy diferente a la vida cotidiana en todo caso. Lo mejor del Komando Transparente es que no se ha caído en una cosa pedagógica. Es horrible, toda esa nueva ola de pedagogía que hay por ahí. Los niños ya saben. Son como pequeñas bestias, saben muchas cosas, se las arreglan en este desastre, no necesitan que nadie les dé lecciones sobre el dinero o el trabajo. Lo que necesitan, o al menos lo que aceptan, es verse rodeados de dinero, es despreciar el dinero, verse rodeados de caos y diversión y aburrimiento. Se trata de enseñar la libertad, un poco de libertad respecto de algunas cosas oprimentes o agotadoras. No educación para la ciudadanía, sino educación para la libertad. Libertad es una extraña palabra, un poco pasada de moda, un poco podrida gracias a algunos, pero sabemos lo que queremos decir con ella. Sabemos lo que quiere decir dar martillazos a un reloj con una moneda encima. Es política, es educación, todo eso que viene de la Revolución Estética.
Entonces lo que hay en KT es una serie de experiencias, una sucesión de shocks, difícil de articular. Tal vez los niños no hayan aprendido que otro mundo es posible, pero tal vez sí hayan sentido algo mucho más importante: que algo de juego se puede infiltrar en cada espacio de trabajo, en cada espacio en que se cambia tiempo por dinero. Hay siempre un punto, una falla o una grieta en cada tiempo/trabajo por el que se desliza el juego. Sólo hay que identificarlo. Es como aprender un don, un talento, más que un programa político. Una fábrica de jugadores. El KT abunda en imprecisiones e inexactitudes. Eso es el juego, imprecisiones e inexactitudes, que se quieren, que tienen espíritu, gracia. No se trata de enseñar nada, sino de mostrar, de hacer ver. El orden es lo de menos.
El hombre sólo es hombre cuando juega, y sólo juega cuando es hombre, todo eso de Schiller. Pero el hombre no es adulto, el adulto no puede entrar a KT, el hombre es el niño. En KT se creó algo así como un espacio de excepción, un sitio en que el dinero, el trabajo, el juego, no se daban en sus relaciones habituales. El dinero no se persigue, sino que es el dinero el que le persigue a uno. Todo así. Nada se daba en sus relaciones habituales, sino en un espacio de excepción, en un espacio estético, un espacio loco, desquiciado, por tanto. Los adultos se quedan fuera, ya no hay gran esperanza en ellos. Se acabó un poco todo el tema de la emancipación por la madurez, tal vez. Y tal vez, el programa que se vislumbra en KT sea precisamente el de una emancipación de la madurez. Hay que reaprendrer a no hablar, dice KT. Articular ese espacio de excepción estético con ciertas tendencias de esas pequeñas bestias que juegan y siempre están por ahí y con los que no se sabe muy bien qué hacer, de eso también trataba KT. Pero esta estetización de las relaciones no conduce a la contemplación de una armonía teórica, sino a la participación en una serie discontínua de experiencias.
No hay público tampoco en KT. Hay algunos mirones, un poco escondidos. Qué graciosos los niños, qué locos los artistas, todo eso. Prohibido a mayores de 12 años. Algo para los adultos se inscribió en la superficie del film. Algo para los niños se inscribió tal vez en la superficie del cerebro. Ya veremos.