Asamblea del Bosque * Sierra de Guadarrama #1
El día 14 de marzo del año 2020, en un lugar escondido en la inmensa Sierra de Guadarrama, un grupo de personas que vivimos junto a la montaña y que también estamos haciendo el aislamiento para evitar agravar la situación, hemos constituido una asamblea del bosque. En un momento en el cual estar juntos puede parecer una temeridad o una muestra de insolidaridad y egoísmo, hemos decidido desobedecer el aislamiento decretado y juntarnos. Por nada del mundo queremos perder la conexión con esta naturaleza que somos también nosotros. Quizá es justamente la desconexión con todo lo vivo que no es humano, lo que nos ha puesto en la situación en la que estamos. Se diría que el virus en verdad somos nosotros. Esta situación excepcional nos está obligando a preguntarnos por lo que significa la vida, la salud, el hogar, la familia, el trabajo, el estado, la economía, la muerte… la realidad está adoptado una forma nueva y queremos participar de su conformación. Es verdad que hemos estado hablando mucho estos días por las redes sociales, pero la idea de vida que tenemos problematiza frontalmente con esta existencia frente a las pantallas digitales en las que nos han/hemos auto-confinado tan responsablemente desde hace ya bastante tiempo (mucho antes de la epidemia) como si todo lo que nos mantiene vivos pudiera llegarnos por ahí: las amistades, la comida, el trabajo, el aprendizaje, el amor, las revoluciones… Vamos a seguir usando las redes digitales, claro, pero debido a una necesidad profunda e íntima, como seres vivos que somos, necesitamos encontrarnos de cuerpo presente y a viva voz por un momento, brevemente. Escucharnos. Sonreírnos o llorarnos. Juntarnos con otras especies vivas. Creemos que podemos hacerlo si damos con la forma y la medida adecuada que no agrave el problema del colapso sanitario, del que somos muy conscientes. Tratamos de aprender de la distancia que justa guardan los árboles entre ellos, también llamada timidez botánica. Este estado de alarma nos ha dejado muy alarmados. Ahora sentimos la contradicción porque hasta hace poco los gobernantes y el Estado eran responsables de la mayoría de nuestros problemas y dificultades, y desde hace dos días son nuestros salvadores. Puede que la vieja idea de un estado de derecho que de verdad luche por la salud universal, la justicia, la igualdad y el bien público, tenga aún muchísimo sentido para nuestra sociedad, pero también tenemos miedo que en nombre de nuestra seguridad y nuestro bien, ese Estado arranque nuestros últimos derechos, libertades y nos asfixie con nuevas formas de productivismo. Durante demasiado tiempo, los gobernantes no han dejado de favorecer a los poderosos y a los mercados, no a la vida compartida por toda clase de seres. Hoy nos vemos en una situación en las que las clases más “improductivas”, ancianos y pobres, están en riesgo y los niños son los mayores contagiadores. Ellos son nuestras tortugas centenarias ahogadas por tapones de plástico, nuestras ratas y nuestros polluelos muertos de sed. No podremos salir a la calle acompañados en los próximos días y quizá pronto necesitemos documentos especiales para hacerlo, como los necesitaban ayer las personas que llamábamos extranjeras. Ha sido emocionante veros y escucharos en los balcones de las ciudades, aplaudiendo a las personas que trabajan en hospitales, en los supermercados, en el servicio de correos, los transportistas... Todas las que están asegurando los bienes comunes. Solo el pueblo salva al pueblo. Pero el sentido del pueblo está en disputa. Nos quieren en soledad, pero en común estaremos. Nos vamos a lavar las manos y a recluir la mayoría de nuestro tiempo en unas casas que no podremos pagar dentro de poco, pero no nos vamos a lavar las manos con el asunto de construir la realidad inmediata que vivimos. Deseamos y necesitamos que sea corporal, física, frágil, vulnerable. Pero también hermosa, sana y fuerte como son los pinos que nos rodean. En el bosque nos sentimos frágiles y expuestos pero también protegidos y en casa. Es una protección distinta a la del Estado y con la naturaleza nos aliamos. Este es nuestro punto de partida. Con la máxima responsabilidad colectiva para no agravar la situación hospitalaria, pero convencidos de que es necesario generar otro esquema perceptivo que no el del Estado, animamos a la constitución de asambleas, digitales y en persona, si es necesario de forma clandestina. No operamos contra el Estado, sino a favor de la vida y, de un tiempo a esta parte, hemos comprendido bien su secreto. Somos la naturaleza defendiéndose a sí misma. La dendrocracia es nuestro origen y será también nuestro destino. No nos asustan los bosques, ni las ruinas |
Asamblea del Bosque * Sierra de Guadarrama #2
Desde nuestra constitución como Asamblea del Bosque el pasado 14 de marzo, las personas que integramos este grupo que desobedece de forma responsable el confinamiento, nos hemos encontrado de manera intermitente en el monte. No todo el mundo tiene fácil acceso a él y en nuestro municipio ya multan por salir a la calle de forma injustificada. Sabemos que las medidas de vigilancia y disciplina social se extremarán y ya hay aplicaciones digitales que, bajo el argumento de “un mejor control sanitario”, están geolocalizando terminales-personas. Somos un grupo precario, sin duda. El miedo nos ha llevado a encontrarnos de forma virtual algunas veces, pero no desistimos del objetivo de mantener una relación de proximidad, de cuerpo presente, con la vida de la montaña que percibimos como un hogar. Y así ha sido varias veces a lo largo de estos días. Para protegernos hemos dejamos nuestros móviles en casa. La sensación de soledad y vulnerabilidad que sentimos al salir sin ellos en fuerte, pero la experiencia de encontramos en el bosque -siempre respetando la distancia, la timidez botánica- es mucho más intensa. Cuando hemos podido acceder a una cota suficientemente alta, hemos constatado que un cielo nuevo existe para la ciudad de Madrid. El gris paleta ha dejado de protagonizar la escena que muestra el horizonte. También las marcas que los aviones trazaban vanidosas sobre el cielo. Sabíamos que alrededor de 15.000 personas mueren al año en España debido a enfermedades relacionadas con la contaminación. Estos días hemos visto vídeos de la naturaleza retornando a las ciudades. Esta pandemia está teniendo, pues, efectos inesperados. Puede que muchas de estas imágenes fueran tan solo un anhelo, pero lo cierto es que también vimos corzos curiosear cerca de las casas y a los pájaros planear más convencidos. No hay duda de que el paisaje para estos animales se ha vuelto mucho más nítido, como ha sucedido con nuestra propia existencia. Esta contrapartida saludable y ecológica nos enseña claramente cómo modificar las costumbres humanas tiene consecuencias sobre el medio, pero también que la sombra tiene un revés luminoso. La naturaleza, que es constructiva y destructiva, amoral, siempre nos sitúa en una disyunción conjuntiva. Lo aprendimos en nuestra infancia, cuando la construcción de bloques de madera nos provocaba tanto placer como su destrucción. Esta nitidez, este azul y este paisaje redescubierto bajo una nueva tonalidad existencial, nos ha animado, aunque no tengamos grandes dotes, a salir al monte con nuestros instrumentos de dibujo y pintura. Declaramos que el plenairismo, la creación al aire libre sobre el aire libre, hoy se ha convertido en una forma de resistencia estética al confinamiento. Al salir a dibujar el paisaje, como tantos pintores y pintoras hicieron mucho antes del invento cultural de Barbizon, pretendemos no solo rescatar la imagen del mundo de la cual muchas personas han sido desposeídas: el mundo de lo abierto, del afuera, de la naturaleza que hoy es privilegio de unas pocas personas como nosotras (que hace tiempo tomamos nuestra decisión de abandonar las ciudades.) Esta mímesis, las imágenes que creamos, no solo representan el paisaje que observamos, no son solo la prueba de una transformación del territorio en cultura, sino que reproducen su propia generatividad mediante el acto creativo. La representación del ritmo de la vida facilita la reconexión y el desconfinamiento de la pandemia existencial que nos llevó a tolerar lo intolerable. Nuestra sierra fue hogar de maravillosos plenairistas que se abismaron en el tiempo de la creación de imágenes naturalistas del mundo natural que contemplaban directamente. Carlos de Haes, Martín Rico, Jaime Morera, Beruete… Ellos pintaron el robusto paisaje que ardió el verano pasado mismo, el pino caído y los valles por los que circula un viento que igual es recetado para curar, que es reconocido por su capacidad de enfermar. “La naturaleza no soporta el trabajo de la imaginación” dijo uno de estos pintores al aire libre cuando caía sobre él la nieve implacable del invierno, que parece volverá en unos días. Hoy nosotras decimos: la imaginación soporta el trabajo de la naturaleza. Otro dijo “las cumbres nevadas que veía por la ventana de mi estudio ejercían sobre mí tal poder de atracción, que no me fue posible sustraerme al punzante deseo de acortar las distancias.” En este confinamiento somos llamados a los cuidados, a la contemplación, al pensamiento y a la creación. Resistamos la hiperactividad, el consumo y el miedo. Ojalá pudiérais estar con nosotras pintando al aire libre y percibir el verde primavera o los copos que han comenzado a caer, revivificándolo todo. Somos la naturaleza defendiéndose a sí misma. La dendrocracia es nuestro origen y será también nuestro destino. No nos asustan los bosques, ni las ruinas Disciplina Plenairista |